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| La escuela residencial Kamloops en Columbia Británica llegó a albergar a 500 niños. Reuters |
Las tumbas de Canadá
No ha llegado a su fin
Los recientes descubrimientos de restos humanos pertenecientes a niños en
escuelas antiguas financiadas por el Estado y gestionadas por la iglesia en los
siglos XIX y XX, nos revela las injusticias con las que trataban a sus
comunidades minoritarias por parte de los dos grupos con mayor poder en esos
tiempos (el poder político y religioso). Injusticias que no cesa, siguen
apareciendo más evidencia de las atrocidades que cometía la religión, solapada
por el gobierno, en pleno siglo XXI.
Vemos que no solo querían convertir a los
niños a la religión católica, sino que eran víctimas de un maltrato de tal
nivel que podían llegar a morir estos niños en las escuelas. Además, de ser
arrebatados de sus hogares para la conversión, los niños llegaban a morir y no
eran regresados a sus familias y, claro está, eran sepultados con creencias
distintas a las de su origen.
Las consecuencias
Escenario.
Es una situación difícil, por una parte, las
comunidades originarias pudieron reaccionan a un precedente que costaron vidas
que eran parte de su comunidad y que eran arrancadas de sus familias para
cambiar su cultura y olvidaran de donde vienen. La otra parte es la del
gobierno y la religión; el primero con un antecedente de disculpas con en el
año 2008 pero que tiene el papel de manejar la situación ante las agresiones
hacia las iglesias católicas. Y la segunda, la iglesia católica, que tiene toda
la atención sobre cuál va a ser su reacción ante los sucesos, porque la
mentalidad de la cúpula religiosa puede ser influenciada por la quema de iglesias,
a pesar de que aún no se puede comprobar sí los culpables fueron las
comunidades originarias, su perspectiva será influenciada por las agresiones
hacia su fe.
Es necesario una buena comunicación entre las
dos partes importantes (la religión y la comunidad original) para que los dos
acepten su responsabilidad. La religión tiene que aceptar el genocidio que se practicó
en estas escuelas católicas y reflexionar sobre cómo enmendar los errores de
sus antecesores.
A la comunidad originaria le corresponde analizar
sus acciones sobre los templos católicos y exigir, de manera más pacífica, la
justicia que les corresponde; aunque no hubo vidas en peligro en las iglesias
que se incendiaron, las agresiones a las creencias ajenas no es la manera de
lidiar ni de pedir justicia las personas que perecieron en esas escuelas.
Dudas
¿Qué más injusticias nos hace falta descubrir
del pasado?
¿Hemos aprendido algo de lo ya descubierto?

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